La educación afectivo-sexual, una parte de nuestro trabajo con personalidades en desarrollo

La educación afectivo-sexual es un área central en el trabajo de los educadores que acompañamos a los menores; la sexualidad forma parte de su desarrollo y puede generar conflictos e inquietudes en las que podemos ayudarles como adultos. Por eso, dentro del programa formativo de la Fundación para la Atención Integral del Menor, hemos celebrado un curso impartido por el equipo profesional de Amaltea,  con el que aportamos conocimientos y recursos sobre educación afectivo-sexual a un grupo de nuestros educadores y educadoras.

El psicólogo y sexólogo Silberio Sáez participó en la primera parte del curso, ofreciendo unas nociones básicas de sexología evolutiva como los procesos de adquisición de la identidad sexual  y la orientación sexual o los matices de la sexualidad en la adolescencia.

 

Imagen del curso de educación afectivo sexual

 

¿Qué papel pueden desempeñar los educadores en la construcción de la identidad sexual de los menores?

Hasta ahora, en infantil o en primaria no se trataban las cuestiones de identidad sexual,  o se veían como una rebeldía, por ejemplo. Ahora vemos que no, que las manifestaciones de los chicos y chicas sobre la identidad, van en serio y lo novedoso es que los profesionales no podemos posponer la atención a estos asuntos hasta la adolescencia. Y para eso tenemos dotar de herramientas a la gente que está en el mundo de la educación.

Cuando, como educadores, nos encontramos ante un caso de sexualidad “diferente”, lo dejamos pasar y no nos esforzamos en conocer, así que nuestro trabajo no es tan efectivo. Y por otra parte, están los estereotipos  sobre la transexualidad, como los hubo sobre la homosexualidad. Sobre la identidad sexual todavía no hemos conseguido eliminar esos estereotipos.

¿Cómo podemos ayudar para que sus vivencias en torno a la sexualidad sean positivas?

Lo peor que les puede pasar a los chicos y chicas es pensar que lo que les pasa, no existe para nadie más. Por eso creo que hay que visibilizar y enseñarles que hay personas para quienes su sexualidad no coincide con la originaria o que también hay personas que establecen relaciones con personas de su mismo sexo. Los educadores tenemos que tomar la iniciativa de ofrecer esos diferentes cuadros para que la diversidad no sea sólo una cuestión estética.

En cuanto a las experiencias sexuales en la adolescencia, ¿cómo prevenir conductas de riesgo?

En poblaciones como la que trabajáis en Faim, que se desarrollan en contextos más complejos, es cierto que hay elementos predictores de la precocidad y elementos predictores de ser menos cuidadosos. Por ejemplo, las personas que han sufrido carencias afectivas, cuando aparece la capacidad de seducción, buscan el afecto con una nueva herramienta que es la sexualidad. También la deficiente autoestima, el sentido de probar lo desconocido, no haber tenido unos criterios morales sobre qué es adecuado…todo este tipo de vacíos pueden hacer que la sexualidad se convierta en un problema en mayor grado. Esto nos obliga a trabajar antes que en ámbitos educativos estándares, partimos de premisas más complejas.

¿La educación afectiva y emocional es una herramienta de prevención?

Absolutamente. Tal vez no podamos evitar el acceso precoz a la erótica para buscar llenar ausencias afectivas,  pero si conseguimos que tengan una concepción de la sexualidad menos coital, seguramente esas posibles relaciones sexuales no tendrán consecuencias  tan graves. Se trata de trabajar en ámbitos que tienen  que ver con sus condiciones evolutivas y de transmitirles modelos sociales más alejados de ese riesgo.